22/06/2021

Una burbuja de generosidad: no-crónica del albergue 2021

Adrián Cordellat nos hace una “no-crónica” del fin de semana del 11 al 13 de junio pasado en el albergue del Valle del Tiétar con Sigler@s Montañer@s.

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Tres o cuatro años. Todo ese tiempo llevamos barajando la idea de abandonar Madrid, de dejar ese barrio, Moratalaz, que como escribe Elvira Lindo en A corazón abierto “más que estar en Madrid, mira hacia Madrid, con la misma perspectiva de un cuadro de Antonio López”. Tres o cuatro años. Todo ese tiempo llevamos postergando la idea. Para mantener tranquilas nuestras conciencias, para justificar nuestra inacción y nuestra incapacidad de decisión, nos amparamos en un argumento infalible que pone en marcha el sofisticado sistema de la culpa maternal/paternal: nuestros hijos son tan felices en el Siglo XXI que sería de muy malos padres cambiarlos ahora de colegio, romper sus vínculos, cercenar su arraigo, dejarlos a la intemperie en otro colegio cuando dicen que hace mucho frío fuera del Siglo.

Este fin de semana, en pleno albergue de fin de curso organizado por Sigleros Montañeros, rodeado del verde del Valle del Tiétar y de familias sigleras disfuncionales a las que queremos en su disfuncionalidad (“Cualquier familia compuesta por más de un miembro es una familia disfuncional”, escribía Mary Karr en El club de los mentirosos); en uno de esos escasos momentos en los que uno percibe la felicidad y hasta cree tocarla, le pregunté a Diana, mi pareja, si realmente lo que nos impide irnos de Madrid, más que la felicidad de nuestros hijos – que también, por supuesto-, es nuestra propia felicidad, los vínculos maravillosos que hemos creado en el colegio, las raíces familiares que no han dejado de crecer, firmes, desde que nuestra hija Mara entró en el Siglo XXI en 2016.

A fortalecer las raíces familiares contribuyen experiencias como las que se organizan desde Sigleros Montañeros. Pienso en las rutas y paseos que se realizan a lo largo del curso académico. Pienso en el reciente albergue de familias, que es el que ha motivado este texto. Disfrutando de él he vuelto a pensar en una idea recurrente: que en una ciudad individualista y hasta cierto punto egoísta y deshumanizada como Madrid, es un bien preciado, casi un lujo, encontrarse con personas generosas como Juanjo, Asun, Patrick o Maca; personas que dedican parte de su (escaso) tiempo a organizar experiencias como el albergue sin esperar ninguna recompensa, con el único objetivo de crear comunidad, de fortalecer las raíces de las relaciones familiares que se extienden desde el subsuelo del colegio hasta cada uno de nuestros hogares. Y lo mejor es que Juanjo, Asun, Patrick o Maca sólo son cuatro nombres. Tres referentes. Hay muchos más. Por eso cuesta tanto dejar el Siglo XXI. Porque es una burbuja de generosidad, de gente dispuesta a ayudar y colaborar, a echar una mano por un objetivo superior que nos trasciende a todas y todos.

Me han pedido que haga una crónica del albergue, pero me doy cuenta de que esto que estoy escribiendo está lejos de ser una crónica. Podría cumplir a rajatabla el encargo y hablaros de lo genial que es compartir un fin de semana con otras muchas familias del cole, del baño refrescante que nos dimos en la piscina de Piedralaves, del gusto que da encontrarse por otros pasillos que no sean los del Siglo, de la velada del sábado noche en la pista deportiva, de las actuaciones de los niños y las niñas, de los tiros a canasta y a portería improvisados, ya de madrugada, tras la velada.

Podría cumplir a rajatabla el encargo y hablaros de los desayunos, comidas y cenas compartidas, de las clases de yoga y taichí a primera hora de la mañana, de la ruta de senderismo, de las actividades constantes para todas las edades, de las conversaciones relajadas cervezas en mano en la piscina del albergue, de las carcajadas, del buen rollo y la sensación de cercanía que ni las mascarillas ni todas las medidas de seguridad pandémicas -tan necesarias, por otra parte- han conseguido evitar.

Podría cumplir a rajatabla el encargo y hablaros, incluso, de lo bien que lo pasamos en la actividad multiaventura en los árboles, de cómo vencí mi miedo a las alturas, de cómo los niños y las niñas superaban la actividad sin despeinarse, mientras yo casi besaba el suelo al aterrizar en tierra tras la última tirolina, las piernas temblando y el agotamiento milenario a cuestas del que ha derramado adrenalina por encima de sus posibilidades.

Podría cumplir a rajatabla el encargo y hablaros de todo eso. Pero lo importante, para mí, es que hay personas generosas que cada año dedican parte de su (escaso) tiempo a organizar un fin de semana del que las familias volvemos encantadas, exaltando la amistad, dando las gracias a no sabemos quién por habernos concedido el privilegio de entrar en este colegio, de ser parte de esta burbuja de generosidad. Todo lo demás lo podéis descubrir cualquiera de vosotros en el albergue de 2022. Todo lo demás, como diría Alejandro Zambra, es literatura.

No puedo terminar esta no-crónica sin citar a Manuel Jabois, que atribuía a alguno de los personajes de su novela Malaherba la siguiente afirmación: “Querer a la gente es mirarla mucho hasta no saber si es guapa o fea, y que no te importe lo más mínimo”. A mí, me doy cuenta una vez recién llegado del albergue, me pasa precisamente eso con el Siglo XXI (y con las familias que forman parte de él): Que ya no sé si es guapo o feo, pero no me importa lo más mínimo.

Adrián Cordellat
papá de Mara (2ºA) y Leo (4 años A)

P.D.: Podéis ver más fotos en este enlace.

El vídeo corresponde a la actuación de Guiomar de 2º de la ESO. Durante la velada del albergue, nos explicó que tiene un canal de YouTube donde hace covers, versiones en español de canciones de K-pop, un estilo de música coreana. En concreto nos cantó una canción sobre como los adolescentes han vivido el confinamiento. Creo que a todos nos emocionó mucho y por eso incluimos su video en esta entrada del blog, para integrar y acoger a nuestros adolescentes, que es la filosofía de esta actividad y de todas las promovidas por Convive-Sigler@s Montañer@s.

¡Gracias Guio!

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