Quién dijo frío

Gorros, guantes, camisetas térmicas, bufandas… La chavalería empieza a corretear y comienzan a sobrar prendas.

Iniciamos la ruta cuesta arriba sin prisa pero sin pausa, y se nos van uniendo rezagados.

Las trincheras nos llevan al juego: «prohibido adultos, es nuestra caseta!», y a poner un poco de contexto a por qué están allí. Las crianzas preguntan y tratamos de explicar qué hacen ahí esas construcciones.

Llegamos al picnic, y el sol vuelve a aparecer cortesía de Kike, que hasta eso tiene organizado. David pregunta que si ya volvemos o seguimos con la ruta, y le digo que seguimos con la ruta, aunque también sea verdad que ya volvemos. Se pone contento y sale corriendo.

Las crianzas hacen más kilómetros que nosotras, aunque haya algún peque que busque el confort del porteo.

La vuelta nos obsequia unas apacibles charolesas con sus terneros y un caballo que no sólo se deja acariciar sino que casi lo demanda. Me pregunto si eso lo tenía también previsto Kike, que recibe unos merecidos aplausos en la reunión de conclusiones a la llegada.

La sugerencia de Asun de hacer rutas cortas en los fríos meses de enero y febrero nos lleva a pensar en acabarlas con un menú cerrado en algún restaurante en el camino, y yo al menos lo imagino con chimenea y buena conversación.

¡Hasta la siguiente!