La Mesa de Atrás

03/06/2019

La mesa de atrás, la del final, la que tiene nombre de amenaza. La mesa del fondo, la última, la que suena a castigo… La mesa en la que terminan su comida las personas “rezagadas”, las mas “ lentorras”, las que temen enfrentarse al primer plato o alargan este, para no tener que afrontar el segundo; aquellos y aquellas que se entretienen durante el tiempo de comidas, también, la de quienes “la lían parda” y alteran al resto, o se dispersan con el vuelo de una mosca…

La mesa a la que nadie quiere que le envíen, la temida, a la que están abonados los “malos comedores”, quienes les ponen “ peros” a las carnes o el pescado, a las verduras o las frutas… La mesa de atrás, la que a veces toca compartir con algún profe y en la que parece que nos miran de reojo…

La mesa en la que aprendemos a descubrir nuevos sabores, donde compartimos nuestra angustia ante un plato de verduras y acabamos restándole importancia, dónde nos asombramos al probar esa comida de aspecto “ extraño” que no estaba tan mal, dónde, gajo a gajo, nos vamos habituando al gusto agridulce de las mandarinas. Ese lugar en el que encontrarnos con iguales y dejar de sentirnos “ bichos raros” por no disfrutar tomando un arroz blanco, por no gustarnos las natillas…

La mesa del fondo, donde la hora de comer se agota, mientras una persona con delantal y guantes nos alienta, o nos regaña, pero no nos deja a solas. Nos cuenta el porqué de la importancia de este o el otro alimento, como cortar en dos una manzana sin lastimarnos los dedos, lo sencillo que es “abrir” un plátano sin ayuda, cómo partir un filete o retirarle la piel al pescado. A veces entre enfados, las más entre anécdotas o bromas, los minutos se acaban y los platos se vacían, mientras ambas partes negocian, argumentan, ceden…

– “ ¿Puedo dejar la mitad?”.

– ¿Cuantas cucharadas más?

– “ Si como toda la pera ¿me perdonas una parte de ensalada?”

– “ ¿Ya?”

Aunque jamás lo reconozcamos en voz alta, la mesa de atrás, a veces nos “engancha” y una vez finalizada la comida, nos demoramos en ella más tiempo del preciso, mordisqueando un pedazo de pan o tomándonos un postre que, en otras ocasiones, no nos hubiese durado ni un suspiro.

La contradictoria mesa del final, la “mesa” a la que todas y todos nos hemos “sentado” en algún momento de nuestras vidas, esa mesa de atrás que, de forma soterrada, también nos ayuda a crecer y madurar.