La historia de nuestro evento navideño
Todos los años el alumnado de las tres etapas se junta al finalizar el año y hace un pequeño recital con un repertorio muy particular que tiene su origen en una historia que creemos importante recordar y que nos une como comunidad educativa.
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LOS VILLANCICOS DEL SIGLO XXI
La posibilidad de cantar villancicos en el barrio surgió hacia los años 90 ante una convocatoria promovida por la Junta Municipal de Moratalaz que consistía en un concurso de villancicos al que se podían presentar todos los colegios de la zona.
Surgió la duda de si presentarse o no al mismo, al ser un colegio laico. Al final decidimos presentarnos al mismo por unas cuantas razones.
La primera, que los cantos de villancicos en la navidad no son tanto un hecho religioso cuanto cultural. La misma palabra de “villancicos” etimológicamente se traduce por “cantos de villanos”, entendidos no como “malvados” sino como “habitantes de las villas” o pueblos. De hecho los villancicos se nutren de melodías y letras populares. Y del mismo modo que cuando vamos al Museo del Prado no dejamos de lado un cuadro por ser de temática religiosa, sino que lo admiramos por su valor artístico, o cuando entramos en una iglesia la podemos admirar por sus valores arquitectónicos determinados sin rechazarla por ser un vehículo de transmisión de creencias, así también los villancicos nos atraen musicalmente porque representan una tradición consolidada en nuestro país, no porque se puedan referir a personajes de la religión cristiana.
La segunda razón, que el hecho de presentarse a un concurso musical junto con otros colegios del barrio significa estrechar lazos con los mismos y representa un elemento de convivencia y apertura mental y no de aislamiento en posturas laicas inamovibles y que pueden llegar a ser tan talibanes como las religiosas.
La tercera, que el hecho de cantar en coro es musicalmente muy positivo, puesto que ponemos nuestra voz y afinación personal al servicio de un colectivo, que tiene que sonar como un “todo” musical. El canto estaba, y sigue estando, muy arraigado en la programación de la música del colegio, tanto como desarrollo individual o de pequeño grupo cuanto como exposición de toda la clase y eran muy habituales los festivales de final de curso en los que cada clase se presentaba cantando una canción colectivamente, que fue lo que terminó originando el día de S.Cois (qué graciosa y curiosa esta denominación de nuestra fiesta anual más popular, ¿verdad?). De manera que aquello de presentarse a cantar como colegio al barrio, además de como medio de estrechar lazos con otros centros, se entendió también como una presentación legítima de lo que se trabajaba ya en el colegio, el canto colectivo.
La cuarta, que yo, como profesor de música del colegio y siendo no creyente, antes de este concurso ya cantaba villancicos, cuando llegaba la época de navidad, por las razones expuestas anteriormente.
Por último, los padres fundadores del colegio que, siendo cristianos de base, establecieron que el centro fuera laico, puesto que la religión les parecía que debía pertenecer al ámbito familiar, no se opusieron de ningún modo a que el centro se presentara a aquel concurso, por entender que era un hecho cultural, no religioso.
LOS RESULTADOS
El primer año que nos presentamos al primer concurso que se organizó fue francamente positivo.
El convivir en El Torito, el centro cultural del barrio, con otros cientos de chavales, fue muy emocionante para todos y aunque se trataba de un concurso, el ambiente era de franca camaradería entre adolescentes.
El hecho de que ganáramos aquel primer concurso, y por cierto casi todos a los que nos presentamos, por encima de otros centros de ideología claramente religiosa como el Senara, del Opus Dei, fue un detalle de humor totalmente reconfortante en aquellos momentos.
En vista de nuestro éxito a nivel de barrio, posteriormente nos presentamos a otros a nivel de toda la ciudad de Madrid, en los que obtuvimos una mención especial y fuimos a cantar al Ayuntamiento y, por último, a nivel nacional, puesto que obtuvimos el primer Premio Nacional en el Concurso de Villancicos de La Once.
Los premios, tanto cuando eran metálicos, como cuando consistían en equipos de música, por supuesto siempre revertían al centro y eran bienvenidos en una época en la que el centro se nutría de familias pertenecientes a la clase media baja.
Como curiosidad adicional, desde el año 1976, en que comencé a dirigir un coro de villancicos en La Granja, siendo entonces militante de la CNT, ya tuve que resolver personalmente este mismo problema de confluencias, con el añadido además de la confluencia política, que en el caso de la religión se suele dar de la mano con la derecha, si bien los fundadores del colegio Siglo XXI nos volvían a dar lecciones, pues siendo religiosos pertenecían en su conjunto a movimientos de la izquierda antifranquista.
Me gustaría incluir en este sentido una frase que añadimos en la presentación de nuestro primer LP de villancicos. La frase rezaba (nunca mejor empleado el verbo): “Este reto saludable de convivencia se mantuvo a lo largo de los años y así, creyentes y no creyentes (pues no era religioso sino musical el fin último de nuestra experiencia), administrativos, trabajadores en paro, militares, delineantes, maestros, publicistas, etc.. nos hemos ido reuniendo puntualmente los dos últimos meses de cada año para ir puliendo nuestras voces y engrosar paulatinamente el repertorio de villancicos que ahora les presentamos”.
La experiencia de convivencia entre religiosos y laicos, de derechas y de izquierdas, pobres y ricos, ha sido tan enriquecedora para todos que seguimos con ella y vamos a cumplir 48 temporadas con el coro.
Me viene a la cabeza, como ejemplo similar, la orquesta de palestinos e israelitas que lleva promoviendo desde hace tiempo Daniel Baremboim, como lugar de encuentro de enemigos acérrimos (sean cuales sean nuestras simpatías por una u otra causa).
Para finalizar, cuando me encuentro con antiguos alumnos, tanto si han sido cantantes del coro como si no, uno de los temas habituales de conversación es el coro de villancicos y las “disputas” con el Senara, a quienes vencíamos siempre por mucho dinero y empeño que pusieran en tratar de evitar que un colegio laico tuviera mejores resultados que el suyo religioso, en un ámbito que ellos sí consideraban exclusivamente de su competencia.
Como resumen, los villancicos y las reflexiones que han suscitado han sido algo digno de resaltar y muy relevante en el quehacer del colegio Siglo XXI y de sus alumnos.
Tengo en casa muchas de las grabaciones de aquellos momentos y las pongo a disposición del archivo musical del centro, si lo estiman conveniente.
Un saludo afectuoso,
Javier Lázaro Cadena, antiguo profesor de música del colegio
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